Las radiaciones ionizantes bien utilizadas no representan riesgo para nuestra salud. Sin embargo, mal utilizadas pueden producir efectos perjudiciales en la salud.

El daño producido por la radiación en nuestro cuerpo depende de muchos factores como la dosis y el tipo de radiación, la edad del individuo en el momento de la irradiación (cuanto más joven, mayor sensibilidad), del tejido u órgano que recibe la radiación y de factores genéticos.

La dosis de radiación que recibe nuestro cuerpo se puede medir. Existen varias unidades de medida pero hay una que tiene en cuenta la dosis, el tipo de radiación y la sensibilidad del tejido u órgano que recibe la radiación, es la llamada "dosis efectiva" (Tabla 1).


Tabla 1. Clasificación de las dosis efectivas características de la radiación ionizante procedente de las técnicas habituales de diagnóstico por imagen.

Clase

Dosis efectiva característica (mSv)2

Ejemplos

0

0

Ecografía, resonancia magnética

I

<1

Radiografía de tórax, de extremidades o pelvis. Gammagrafías renales (niños).

II1

1-5

Urografía intravenosa, radiografía de columna lumbar. Gammagrafía ósea. TC de cabeza y cuello

III

5-10

TC de tórax y abdomen. SPECT de perfusión cardíaca. PET-FDG.

Procedimientos intervencionistas

IV

>10

Algunos procedimientos intervencionistas con RX (por ejemplo, cateterismo cardiaco). Algunas pruebas de medicina nuclear (por ejemplo, gammagrafía con 67galio)

  1. La dosis media anual de radiación de fondo en casi toda Europa se encuentra en la clase II.
  2. Unidad de medida de la dosis efectiva es el milisievert (mSv).

Cuanto mayor sea la dosis de radiación recibida, mayor será el riesgo de efectos adversos. Además, no todos los tejidos de nuestro organismo son igual de sensibles a la radiación, de forma que si se hace una radiografía de los tejidos u órganos más sensibles, la dosis efectiva asociada será más alta. Por eso, cuando se utilizan radiaciones ionizantes para obtener imágenes, es recomendable proteger aquellos órganos del cuerpo que son más sensibles a la radiación como son los genitales masculinos y femeninos, la glándula tiroides situada en el cuello y los ojos. Para proteger estas zonas se utilizan placas de plomo con forma de mandiles, collarines y gafas, adaptado a cada zona del cuerpo. El personal técnico sanitario que realiza las pruebas, coloca estas protecciones en los casos que considere necesario.

La sensibilidad a la radiación ionizante también depende de la edad; cuanto más joven es la persona, más radiosensible es. Es debido por una parte a la mayor esperanza de vida (lo que puede dar lugar a que se lleguen a formar cánceres radioinducidos muchos años después de haber sido expuesto a la radiación), y por otro a la mayor radiosensibilidad de las células con gran capacidad reproductiva (cuya proporción es muy grande en la infancia, por ejemplo). Por ello, hay que tener especial cuidado con las personas en edad infantil o en la adolescencia y con las mujeres que están o pueden estar embarazadas.

La probabilidad de que aparezcan los efectos de la radiación aumenta con la dosis recibida de forma que cuanto más se expone una persona a las radiaciones, más aumenta el riesgo. Por eso es necesario limitar el número de pruebas que se hacen.