En general, las personas que padecen asma pueden realizar ejercicio físico de manera regular, siempre que la enfermedad esté controlada.

En los pacientes con asma no controlada, el ejercicio físico puede producir síntomas, porque al respirar más deprisa el aire entra frío y no da tiempo a que se caliente. Este hecho hace que se irriten las paredes de las vías respiratorias y se desencadene la tos y la sensación de falta de aire. Cuando el asma está controlada esta situación se da con menos frecuencia. En general, cuando esto ocurre se hace necesario ajustar la dosis de la medicación y, en ocasiones, tomar medicación de rescate previo al inicio del ejercicio.

La situación en la que es el propio ejercicio el que origina el asma sin que aparezca en otras situaciones se llama asma provocada por el ejercicio. Requiere algunas pruebas específicas para el diagnóstico (como pruebas de esfuerzo dirigidas a demostrar el asma) y el tratamiento generalmente consiste en utilizar un broncodilatador de acción corta entre 10 y 15 minutos antes de empezar el ejercicio.