El asma se caracteriza por la inflamación de la vía aérea, principalmente a nivel de los bronquios, pero puede afectar a toda la vía aérea desde la nariz (rinitis) hasta los bronquios.

Esta inflamación está causada por la acción de numerosas células inflamatorias, principalmente por los eosinófilos, un tipo de glóbulos blancos, pero también intervienen otras células como los linfocitos o los mastocitos. Estas células liberan unas sustancias, los mediadores químicos de la inflamación, que se depositan en la pared de los bronquios, inflamándolos, y produciendo la irritación y estrechez de las paredes que dificultan el paso del aire y producen los síntomas característicos.

En estas condiciones, los bronquios están irritables y ante diversos estímulos reaccionan produciendo un estrechamiento exagerado, es la llamada hiperrespuesta bronquial. Esta situación puede desaparecer en días o semanas, principalmente mediante la administración de medicamentos. Pero si se mantiene en el tiempo da lugar al remodelado bronquial que son cambios establecidos en la pared de los bronquios, poco reversibles, y que causan síntomas permanentes.