Día Mundial de la Lucha contra la Depresión
Día Mundial de la Lucha contra la Depresión
Cada 13 de enero se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión. En 2026 volverá a ser una fecha para recordar que la depresión no es "un simple bajón", sino un problema de salud serio, frecuente y tratable, que afecta a miles de personas en Castilla y León y a millones en el mundo.
Origen del Día Mundial de la Lucha contra la Depresión
Este día no nace de una resolución única de Naciones Unidas, como ocurre con otros días oficiales de salud. Su origen es más bien la suma de iniciativas de sociedades científicas, organizaciones de pacientes, medios sanitarios y administraciones públicas que, desde hace años, señalan el 13 de enero como una jornada para hablar de depresión sin tabúes.
La Escuela de Pacientes de Castilla y León se ha sumado a esta conmemoración dedicándole un espacio propio, donde explica qué es la depresión, qué la diferencia de la tristeza normal y qué recursos existen en nuestra comunidad para afrontarla. La idea de fondo es clara: si ponemos el foco solo un día al año pero seguimos callando el resto del tiempo, no habremos entendido el mensaje. Este día pretende abrir conversaciones, reducir el estigma y animar a pedir ayuda a tiempo.
Las cifras recientes de la Organización Mundial de la Salud refuerzan la necesidad de mantener esta fecha viva: se calcula que alrededor del 5,7 % de las personas adultas en el mundo conviven con depresión, con una afectación mayor en mujeres que en hombres, y que este trastorno es una de las principales causas de discapacidad a largo plazo. En Castilla y León, los trastornos afectivos —entre ellos la depresión— suponen aproximadamente una quinta parte de las consultas a los Equipos de Salud Mental y una cuarta parte de los ingresos en las unidades de hospitalización psiquiátrica, con más de la mitad de los pacientes presentando además otro problema mental asociado.
Qué es la depresión y por qué es un problema de salud
La Escuela de Pacientes define la depresión como un problema de salud mental que afecta a la persona en su conjunto: emociones, forma de pensar, energía, cuerpo, relaciones y capacidad para desenvolverse en el día a día. No toda tristeza ni toda desilusión es una depresión; lo que la convierte en enfermedad es que el malestar se hace intenso, se mantiene en el tiempo y llega a interferir en la vida familiar, social, laboral o académica.
La OMS recuerda que la depresión se caracteriza por un estado de ánimo deprimido o por la pérdida casi total del interés y el placer en las actividades habituales, mantenidos durante semanas o meses, y que puede afectar a personas de cualquier edad, desde la adolescencia hasta la vejez. No es una señal de debilidad ni un fallo de carácter: intervienen factores biológicos, psicológicos y sociales, desde la vulnerabilidad genética hasta acontecimientos vitales estresantes, problemas de salud física o situaciones de soledad y pobreza.
En Castilla y León, las estrategias de salud mental autonómica y estatal han situado la depresión entre sus prioridades. Se insiste en mejorar la detección en Atención Primaria, reforzar los recursos comunitarios y ofrecer tratamientos basados en la evidencia, evitando tanto la infravaloración del problema como la "medicalización" de cualquier malestar cotidiano.
Signos y síntomas
Todos tenemos días malos. El problema aparece cuando el ánimo se queda atrapado en un estado de abatimiento y nada parece aliviarlo. Las guías de la Escuela de Pacientes y de la OMS señalan que conviene sospechar depresión cuando, durante al menos dos semanas, se combinan un estado de ánimo muy bajo o una pérdida del interés por casi todo con otros síntomas que afectan a cómo sentimos, pensamos, actuamos y nos encontramos físicamente.
En el plano emocional, es frecuente sentir una tristeza profunda o una especie de vacío difícil de explicar, pérdida de ilusión, irritabilidad, ansiedad, desesperanza o facilidad para el llanto. Muchas personas describen que ya no disfrutan de nada, ni siquiera de aquello que antes les gustaba.
En la forma de pensar, la depresión se acompaña de ideas muy negativas sobre uno mismo ("no valgo para nada", "soy una carga"), sobre el mundo ("todo está mal") y sobre el futuro ("nunca voy a mejorar"). Cuesta concentrarse, leer o seguir una conversación, se olvidan cosas con facilidad y tomar decisiones sencillas se vuelve agotador.
El cuerpo también se resiente. Pueden aparecer un cansancio extremo sin causa clara, alteraciones del sueño (dificultad para conciliarlo, despertares frecuentes o, al contrario, dormir muchas horas sin sentirse descansado), cambios en el apetito y en el peso, dolor de cabeza, molestias digestivas o dolores difusos que no se explican por otra enfermedad. A veces la persona se nota muy inquieta, incapaz de relajarse; otras, muy enlentecida, con dificultad incluso para vestirse o asearse.
En la vida diaria se ve cómo se van dejando de lado aficiones, bajan el rendimiento laboral o académico y se tiende al aislamiento. En los cuadros más graves pueden aparecer ideas de muerte o pensamientos de hacerse daño. Estos pensamientos son un signo de alarma importante y exigen pedir ayuda sin demora: en Castilla y León, igual que en el resto de España, ante una situación así se recomienda acudir a urgencias o llamar al 112.
En adolescentes y jóvenes la depresión a menudo se expresa más a través de irritabilidad, cambios bruscos de comportamiento, consumo de sustancias, autolesiones, descenso acusado del rendimiento escolar, aislamiento o uso problemático de redes sociales, más que con frases directas como "estoy deprimido". Por eso las familias y los centros educativos son claves para detectar a tiempo lo que está pasando.
Cómo se diagnostica la depresión
No hay una analítica que confirme la depresión. El diagnóstico es clínico y se basa en una buena entrevista. El profesional —normalmente el médico o la médica de familia, y en muchos casos también el psiquiatra o el psicólogo clínico— pregunta por el estado de ánimo, el sueño, el apetito, la energía, la concentración, los pensamientos sobre uno mismo y sobre el futuro, así como por el impacto que todo ello tiene en la vida diaria. A menudo se utilizan cuestionarios validados como apoyo, pero la pieza central sigue siendo la conversación.
Durante la entrevista es importante poder hablar con confianza. Se suele preguntar por antecedentes personales o familiares de problemas de salud mental, por el consumo de alcohol u otras sustancias, por otras enfermedades físicas y por acontecimientos recientes que hayan podido actuar como desencadenante. También es habitual que el profesional pregunte de forma directa por ideas de muerte o de suicidio; no es para "asustar", sino porque es necesario valorarlo siempre que se detecta un cuadro depresivo.
En Castilla y León, la puerta de entrada suele ser el Centro de Salud. Desde Atención Primaria se pueden manejar muchos cuadros leves y moderados, con apoyo y seguimiento, y se derivan a los Equipos de Salud Mental aquellos casos más complejos: depresiones graves, episodios con riesgo de suicidio, depresión en la infancia y adolescencia o en personas con otros trastornos mentales importantes. La Estrategia de Asistencia en Salud Mental 2024-2030 busca precisamente reforzar este circuito para que el diagnóstico sea más precoz y equitativo en toda la comunidad.
Tratamiento y apoyo: un abordaje que va más allá de la medicación
La buena noticia es que la depresión tiene tratamiento y que, incluso en los casos más complejos, siempre se puede hacer algo para mejorar la calidad de vida. Las recomendaciones actuales, tanto de la OMS como de las guías del Sistema Nacional de Salud y de la propia Escuela de Pacientes, insisten en un abordaje combinado, que incluye terapias psicológicas estructuradas, posibles tratamientos farmacológicos cuando están indicados y cambios en el entorno y los hábitos de vida.
En muchos casos, especialmente en las depresiones leves y moderadas, el tratamiento central es psicológico. La terapia permite entender mejor lo que está pasando, identificar patrones de pensamiento que alimentan el malestar, aprender formas distintas de afrontar los problemas y recuperar actividades que dan sentido y placer. Los modelos que han mostrado más eficacia —como la terapia cognitivo-conductual, la activación conductual o la terapia interpersonal— se adaptan al ritmo y a la situación de cada persona.
Cuando la depresión es más intensa, se prolonga en el tiempo, se ha repetido varias veces o conlleva un riesgo elevado (por ejemplo, por ideación suicida), las guías recomiendan valorar un tratamiento farmacológico específico, siempre indicado por un profesional sanitario y revisado periódicamente. En esos casos, la combinación de terapia psicológica y medicación suele ofrecer mejores resultados que cualquiera de las dos opciones por separado.
Además de los tratamientos "formales", el plan de cuidados incluye aspectos cotidianos que, sin ser una solución mágica, actúan como pilares de la recuperación: regular los horarios de sueño, mantener una actividad física adaptada, cuidar la alimentación, limitar el consumo de alcohol y otras sustancias, y sostener —aunque cueste— algunos vínculos sociales. Las guías de la Escuela de Pacientes subrayan que estos hábitos no sustituyen al tratamiento profesional, pero sí ayudan a que funcione mejor y reducen el riesgo de recaídas.
A nivel de sistema, la Estrategia de Salud Mental del SNS y el nuevo Plan de Acción en Salud Mental 2025-2027 del Ministerio de Sanidad apuestan por reforzar los equipos comunitarios, aumentar los recursos humanos, mejorar la coordinación entre niveles asistenciales, promover el uso racional de psicofármacos y desarrollar planes específicos de prevención del suicidio. Estas líneas también se recogen en la Estrategia de Asistencia en Salud Mental de Castilla y León, con el objetivo de que una persona con depresión encuentre respuesta en su entorno cercano y no solo en dispositivos especializados lejanos.
¿Cómo puedo participar?
Pensando en el 13 de enero de 2026, la primera forma de participar es sencilla y, a la vez, valiente: hacer balance de cómo estás tú. Si llevas semanas con tristeza, apatía, cansancio extremo, dificultades para dormir o levantarte, o notas que ya nada te ilusiona, este día puede ser la excusa perfecta para pedir cita en tu Centro de Salud y contarlo con calma. No hace falta "tocar fondo" para pedir ayuda; cuanto antes se interviene, más fácil suele ser la recuperación.
También puedes mirar a tu alrededor. A veces vemos cambios en alguien cercano —se aísla, deja de hacer cosas que le gustaban, descuida su aspecto, se nota más irritable o abatido— y no sabemos qué hacer. Escuchar sin juzgar, evitar frases del tipo "eso son tonterías" o "tienes que poner de tu parte", y ofrecer acompañarle a hablar con su profesional de referencia puede ser un apoyo enorme. La evidencia muestra que el apoyo social es uno de los factores protectores más potentes frente a la depresión y el riesgo de suicidio.
Si trabajas en educación, servicios sociales, sanidad, juventud, deporte o participación ciudadana en Castilla y León, este día puede ser un buen momento para organizar alguna actividad: una sesión informativa sobre depresión, un taller de bienestar emocional, un espacio para que los jóvenes hablen de cómo se sienten o una revisión de los protocolos de detección precoz. Las estrategias de salud mental de la comunidad y del Estado insisten en que la prevención no puede quedar solo en las consultas; debe estar también en los centros educativos, en las empresas y en los recursos comunitarios.
Otra forma de participar es cuidando la información que compartes. Frente a noticias alarmistas o mensajes simplistas en redes sociales, puedes difundir materiales de fuentes fiables, como la Escuela de Pacientes, la OMS o las asociaciones especializadas. Y, si estás en una posición de responsabilidad —en un ayuntamiento, una asociación, un centro educativo—, puedes aprovechar esta fecha para reclamar que la salud mental tenga recursos suficientes y sea tratada con la misma seriedad que la salud física.
Por último, si tú o alguien cercano expresáis ideas claras de hacerse daño o de no querer seguir viviendo, es importante recordar que no estáis solos. En estas situaciones se recomienda pedir ayuda inmediata: acudir a urgencias, contactar con los servicios de emergencia (112) o recurrir a líneas de ayuda especializadas como el Teléfono de la Esperanza o la línea de ayuda a menores de la Fundación ANAR, que también se recogen entre los recursos de la Escuela de Pacientes.
















