El tratamiento del asma tiene como objetivos controlar la enfermedad, prevenir las crisis y mantener el paso del aire por las vías respiratorias con normalidad, sin obstrucción.

El tratamiento debe de ser consensuado entre el médico y el paciente o la familia. Tienen que quedar claros los objetivos y que hay que hacer para lograrlos.

Debido a la variabilidad de la enfermedad, será necesario realizar un seguimiento de la persona con asma por parte de los profesionales con el fin de adaptar el tratamiento y mantener controlada la enfermedad de forma continua.

Los pacientes y sus familias deben aprender y entender para que sirven y como se utilizan los dos tipos de medicinas que se usan para tratar el asma: aquellas que alivian los síntomas cuando éstos han aparecido, los broncodilatadores, y aquellas que tratan la inflamación de las vías aéreas, que es el proceso fundamental que subyace en el asma, los antiinflamatorios. Deben entender que los síntomas persistentes de asma se tratan con antiinflamatorios, y que emplear sólo broncodilatadores de manera continua cuando el asma es persistente no es más eficaz y puede ser peligroso.

Es muy importante el cumplimiento de la medicación para el asma. Más del 50% de las personas con asma no realizan bien el tratamiento lo que conlleva un pobre control de la enfermedad y un aumento del riesgo de crisis o exacerbaciones que a veces requieren ingreso hospitalario.

Las causas del mal cumplimiento son muy variadas: olvidos, no se ha entendido bien cómo realizar la pauta, a veces el paciente piensa que como la medicación de rescate le alivia de forma inmediata no necesita los medicamentos de mantenimiento, miedo a los efectos secundarios,…

Todas las dudas, miedos y preocupaciones se deben de consultar sin apuros con los profesionales, quienes responderán a todas las preguntas y corregirán los posibles errores. Con el tiempo se consigue la seguridad y capacidad para hacer adecuadamente las cosas en el manejo cotidiano del asma.