La espirometría se utiliza para medir la función pulmonar mediante el registro de la cantidad y frecuencia de aire inspirado y espirado durante un período de tiempo. Consiste en expulsar el aire de los pulmones soplando con fuerza a través de un tubo después de haberlos llenado completamente. En el caso del asma, nos da información de una posible obstrucción bronquial porque el aire tarda más tiempo en salir.

La espirometría puede ser simple o forzada. La diferencia entre ambas es que la expulsión de todo el aire de los pulmones, tras haberlos llenado completamente, se debe de hacer en el tiempo que necesite el paciente (espirometría simple) o en el menor tiempo posible (espirometría forzada). La espirometría forzada es la prueba de elección para el diagnóstico y la monitorización de la función pulmonar.

La espirometría se puede realizar tras administrar un fármaco broncodilatador. La prueba de broncodilatación consiste en realizar la espirometría dos veces, una en condiciones normales y otra 15 minutos después de administrar un broncodilatador. Si los bronquios se dilatan y el aire sale con más rapidez, la prueba se considera positiva y apoya el diagnóstico de asma.

Las pruebas de provocación o de hiperrespuesta bronquial consisten en provocar la obstrucción bronquial haciendo inhalar una sustancia a concentraciones crecientes, realizando seguidamente la espirometría para medir la función pulmonar. En las personas con asma se produce la obstrucción con concentraciones que en personas sanas no provocarían dicho efecto. El compuesto que se utiliza con más frecuencia es la metacolina, aunque pueden usarse manitol u otros.