La tuberculosis está causada por una bacteria del complejo Mycobacterium tuberculosis y es una enfermedad que se transmite por vía aérea de una persona con tuberculosis pulmonar en fase contagiosa a otras personas al hablar, toser o estornudar. La enfermedad afecta fundamentalmente a los pulmones pero puede afectar a otros órganos.

Una persona con tuberculosis activa no tratada infecta una media de 10 a 15 personas al año. Sin embargo, no todos los sujetos infectados por el bacilo de la tuberculosis necesariamente desarrollan la enfermedad. Se calcula que el 10% de las personas infectadas desarrollarán la enfermedad en algún momento de su vida. El riesgo de desarrollarla es mucho mayor en personas inmunodeprimidas, especialmente en las que son VIH positivas.

La infección por M. tuberculosis suele ser asintomática en personas sanas, dado que su sistema inmunitario actúa formando una barrera alrededor de la bacteria. Los síntomas de la tuberculosis pulmonar activa son tos, a veces con esputo que puede ser sanguinolento, dolor torácico, debilidad, pérdida de peso, fiebre y sudoración nocturna. La tuberculosis se puede tratar mediante la administración de antibióticos durante seis meses.

No hay que olvidar que el tratamiento correcto de la tuberculosis es la mejor medida de control de la enfermedad. Se considera que, en los casos de tuberculosis pulmonar sensible a los fármacos, transcurridas dos semanas de tratamiento los enfermos dejan de ser considerados potencialmente infecciosos pero es imprescindible realizar el tratamiento completo, y no abandonarlo, para evitar las recidivas de la enfermedad y la aparición de tuberculosis resistente a los medicamentos, que es mucho más difícil de tratar y causa con mayor frecuencia complicaciones.

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