Para el buen funcionamiento de la unidad familiar se deben establecer normas y el seguimiento de su cumplimiento debe ser continuo. Las normas se van imponiendo en función de las posibilidades, necesidades o momentos evolutivos del niño, pero exigiendo su cumplimiento.

Al principio, es necesario explicarle de forma concreta qué se espera de él, como "no se debe tirar del pelo al hermanito" o "no se debe gritar dentro de casa" y poco a poco irá entendiendo otras órdenes más complejas como "portarse bien".

El padre y la madre deben mantener siempre conductas similares y, sobre todo, no contradecirse. A veces, ante actos similares se reacciona de forma diferente, lo que crea inseguridad, desconcierto y temor en el niño, que no acierta a adivinar con seguridad las consecuencias de su conducta. En estas condiciones el niño no sabe qué hacer y puede manifestar comportamientos contradictorios y desconcertantes o aprender a obtener ventajas del desacuerdo e inconsistencia de sus padres.

La conducta de los niños puede cambiar más rápidamente si comprenden las reglas y saben lo que pueden esperar como consecuencia. Hay que explicar las reglas una vez y dar al niño la oportunidad de hacer preguntas; después, el niño tiene que aprender las reglas a través de la experiencia personal de las consecuencias.