Con el reglamento REACH se pretende que todas las sustancias químicas sean sometidas a un proceso de registro (hasta el punto de que si no están registradas no se pueden comercializar); evaluación para conocer su grado de peligrosidad y llevar a cabo una adecuada gestión del riesgo; las sustancias altamente preocupantes deben ser sometidas a un proceso de autorización para garantizar que los riesgos asociados a ellas están debidamente controlados.

Finalmente hay una serie de sustancias sujetas a un proceso de restricción de tal manera que no se pueden fabricar, comercializar o usar si no cumplen las condiciones de dicha restricción.