19/02/2016
Fuente: British Journal of General Practice

Las infecciones respiratorias agudas (IRA) son la causa más frecuente de consulta en pediatría, los menores de 12 años tienen entre 4-11 procesos de este tipo al año. Son consultas en las que hay que gestionar la incertidumbre respecto al diagnóstico y al pronóstico. Aunque se sabe que el tratamiento con antibióticos tiene efectos beneficiosos marginales, en los últimos años ha aumentado la prescripción de antibióticos en pediatría, en el Reino Unido y en Sacyl.


Para analizar las decisiones que conlleva la prescripción de antibióticos en niños con IRA, se realizó a una encuestaEste enlace se abrirá en una ventana nueva a 28 profesionales sanitarios en el Reino Unido, publicada este mes en el British Journal of General Practice.


Se detectó cierta variabilidad en los síntomas y en el examen clínico para identificar a los niños que podrían beneficiarse de los antibióticos. El razonamiento del diagnóstico y de la necesidad de antibióticos se estableció como un proceso dual, que combinaba una evaluación inicial rápida basada en el aspecto del niño, con el razonamiento deductivo subsiguiente según hubiera signos anormales en la auscultación, fiebre alta y persistente, y la duración prolongada de los síntomas sin mejoría. Los profesionales no tienen dudas en los casos leves y graves. Sin embargo, la incertidumbre pronóstica, en particular para los casos de gravedad intermedia, con frecuencia da lugar a la prescripción de antibióticos para mitigar el riesgo percibido de deterioro de la enfermedad. Una formación dirigida a aumentar la experiencia de los pediatras de Atención Primaria en el cuidado de niños con infecciones respiratorias de diferente gravedad puede ayudar a mejorar la confianza y el manejo clínico.


Los profesionales entrevistados no creían que los padres tuvieran unas expectativas de prescripción de antibióticos, y aquellos que las tenían normalmente quedaban satisfechos si se les tranquilizaba y se les daba una información adecuada.


Se describieron influencias de aspectos no clínicos sobre la prescripción (por ejemplo, ansiedad de los padres, la presión del tiempo, el momento de la consulta, vísperas de fin de semana) y el uso de la prescripción diferida como una manera de aumentar la confianza de los padres para gestionar la enfermedad de su hijo.