8/01/2016
Fuente: Enfermedades infecciosas y microbiología clínica

Una revisiónEste enlace se abrirá en una ventana nueva publicada en la revista Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica aborda el proceso evolutivo que ha llevado a la actual situación de resistencia bacteriana a los antibióticos definida como "la capacidad de una bacteria para sobrevivir en concentraciones de antibióticos que inhiben/matan a otras de la misma especie".


El artículo señala que cada vez es más frecuente la asociación de diferentes mecanismos de resistencia en una misma cepa frente a una misma familia de antibióticos, lo que dificulta el abordaje del tratamiento. Algunos ejemplos de resistencias en patógenos, extendidas últimamente, y que son de interés para el hombre son: la diseminación de las enterobacterias productoras de carbapenamasas (EPC) que amenaza a los beta-lactámicos más activos (carbapenemes); la creciente resistencia del gonococo a la ceftriaxona y a la cefixima; la del Enterococcus faecalis, una bacteria naturalmente resistente, a vancomicina y también a daptomicina y linezolid y el aumento de cepas de Mycobacterium tuberculosis multirresistentes, lo que supone una amenaza en los progresos conseguidos en la tuberculosis.


A su vez, se platean pautas de actuación que deberían ser consideradas para mejorar el uso de antibióticos. Se incluye la optimización de los regímenes de antibióticos (dosis más altas y tiempos más cortos), las pruebas rápidas de detección de bacterias multirresistentes, el control del uso profiláctico de antibióticos en los piensos animales, la mejora en los sistemas de depuración de aguas para evitar la salida al ambiente de cepas resistentes o la importancia del lavado de manos en el ámbito hospitalario.


La resistencia a antibióticos no conoce fronteras ni entre especies ni entre países, por tanto es una preocupación mundial y su vigilancia debe ser globalizada. La educación a pacientes, abordada desde distintos ámbitos, es fundamental para contribuir a los cambios de actitud. Asimismo, lo es, la implantación de programas de optimización de antibióticos (como el PROA), muy aceptados entre los profesionales, que han conseguido mejorar significativamente las prescripciones y el consumo de antibióticos en los centros hospitalarios.