16/07/2015
Fuente: Medicina Clínica

En un artículoEste enlace se abrirá en una ventana nueva publicado recientemente, se hace una reflexión sobre el modelo de deprescripción prudente dentro del marco de una buena praxis médica; se trata de identificar el modelo apropiado para llevarla a cabo y los profesionales sanitarios legitimados para realizarla.

La deprescripción es un proceso simétrico y estrechamente ligado a la prescripción que exige prudencia, deliberación y la asimilación de 4 principios éticos que dirigen el deber médico: beneficencia, no-maleficencia, autonomía o respeto al paciente, y justicia de la distribución de los recursos.

Las evidencias actuales sobre deprescripción inciden sobre todo en una población específica: ancianos polimedicados y frágiles (con 3 o más criterios: pérdida de peso, agotamiento, debilidad, marcha alterada o baja actividad física). Una medicación inapropiada es la que plantea un riesgo significativo de efectos adversos existiendo una alternativa igual o más efectiva.

Un modelo de deprescripción prudente debe tener en cuenta a quién, cuándo y cómo deprescribir, qué medicamentos son susceptibles de retirarse, qué herramientas pueden ayudar a la toma de decisiones (criterios de Beers y criterios de STOPP-START, entre otros) y quién debe deprescribir.

Las consecuencias de la deprescripción conllevan:

  • Beneficios: resolución de efectos adversos; mejora de la función y de la calidad de vida; mejora de la adherencia, reducción de los errores en la medicación, disminución del riesgo de posibles efectos adversos posteriores y una reducción del coste para el paciente y la comunidad.
  • Riesgos: síndromes de retirada (con psicotrópicos); efectos rebote (con beta-bloqueantes, inhibidores de la bomba de protones, hipnóticos); interacciones enmascaradas (omeprazol y warfarina); reaparición, reagudización o agravamiento de la enfermedad de base.