Susana Lobato fue al médico con 14 años por una gripe y la tez amarilla y ahí comenzó un rosario de pruebas que acabaron con un diagnóstico, hepatitis crónica autoinmune: «Mi propio cuerpo que ataca a las células del hígado».

La enfermedad requería medicación, temporadas de reposo relativo en las que no podía ir al instituto, con gastroscopias cada 15 días. En 2005 una variz esofágica le provocó una fuerte hemorragia.

Susana pasó buena parte de su juventud en el hospital, en vez de salir de fiesta: el alcohol, ni probarlo.

Dejó su profesión de peluquera, «no aguantaba tantas horas de pie» por un trabajo más tranquilo en el taller familiar.

Como le había vaticinado ya un médico años atrás, Susana acabó en la lista de espera para un trasplante.

50 días después sonó el teléfono que no dejaba a sol ni a sombra.

Avisó a su marido, Javi, que estaba pasando una ITV y salieron rumbo al Hospital Río Hortega de Valladolid.

En ese momento, su vida cambió a mejor. Y hoy, varios años más tarde, puede contarnos su historia:

2024-02-25 Trasplantados Zamora LA OPINIÓN DE ZAMORA (503.5 KB ) (2 páginas)