Los efectos del tabaco sobre las estructuras broncopulmonares son acumulativos y los síntomas varían según la fase en la que se encuentra la enfermedad. Al principio la EPOC apenas da síntomas, podemos decir que durante muchos años los pulmones mantienen una capacidad de respuesta a la irritación de los tóxicos y los síntomas más habituales son la tos persistente y el aumento de la expectoración.


Cuando la enfermedad avanza se produce disnea, es decir, una dificultad para respirar que inicialmente suele ser leve, pero puede llegar a ser angustiosa. Si se produce este síntoma el paciente debe acudir al médico sin pensarlo más porque en esta fase puede evitarse que la enfermedad progrese y se dificulte más la respiración.


Otra manifestación de la EPOC es que las personas afectadas padecen infecciones respiratorias con mayor frecuencia, sobre todo en la temporada invernal. Los riesgos para los pacientes con EPOC son mayores en invierno, a causa del frío y de que las posibilidades de contagio de una enfermedad respiratoria aumentan. Cuando se produce una infección respiratoria, los síntomas de la EPOC son más graves que en personas que no la padecen, pudiendo necesitar el ingreso hospitalario.


Las personas con EPOC padecen frecuentes descompensaciones de su estado clínico a causa de infecciones, hábito tabáquico o abandono del tratamiento. En estas situaciones llamadas también agudizaciones o exacerbaciones, se produce un aumento de los síntomas que habitualmente presentan.


Las personas que padecen EPOC tienen que ser conscientes de que pueden hacer mucho para estabilizar su enfermedad y evitar estas crisis. El cambio en el estilo de vida es fundamental.